Mis manos están siempre abiertas
preñadas de dulzuras y bondades.
Prestas a ayudar a levantar
a aquellos que han caÃdo,
o a sostener a los que están a punto de hacerlo.
Mis manos, mis viejas y doloridas manos
prontas a tomar la azada, la aguja, el pincel o la pluma,
cualquier forma de demostrar el mundo que siguen vivas.
Hoy he abierto los ojos a la mañana con una sensación de libertad absoluta.
De pronto, he sido consciente de lo que significa en todo su esplendor la palabra LIBERTAD.
Por primera vez en mi vida soy dueña de mi tiempo cada minuto de cada dÃa, de cada semana, de cada mes… Y es un lujo que pienso exprimir hasta la última gota.
Hoy mi prioridad soy yo y mi bienestar, y me da igual que pueda sonar egoÃsta (debe ser cosa de la edad). Habito en un lugar de privilegio donde el clima es beneficioso y estable, en un entorno bello y apacible, a escasos minutos de que la espuma del mar pueda lamer mis pies. No tengo obligaciones de ningún tipo con nada ni con nadie. Puedo hacer mil cosas o simplemente no hacer nada si no me apetece. Hoy puedo gritar a los cuatro vientos que soy libre y me siento feliz.
Y por si todo eso fuera poco, esa creatividad literaria que me habÃa abandonado en los últimos meses, aplastada por la pandemia, ha ido volviendo poco a poco y ya se perfilan en mi horizonte cercano nuevas ideas, proyectos y trabajos que seguirán llenando mis horas de dicha y de amigos.
Dudo que se le pueda pedir algo más a la vida. Yo, de momento, me limito a dar gracias al Universo por su generosidad conmigo.
Lentamente se desmoronan los recuerdos.
Los que deseo conservar los envuelvo en papel de seda o en plástico con burbujas que impidan su rotura.
Coloco cada objeto con mimo en una caja o en una bolsa que, una vez llenas, se van amontonando de cara a las paredes que un dÃa los vieron lucir con esplendor y que ahora se disponen para las despedidas.
Se acerca el viaje definitivo. Ese que les llevará junto al tan añorado mar. A la nueva morada que los acogerá ilusionada y deseosa de volver a sentir vida en sus cuartos vacÃos.
Miro alrededor y veo como poco a poco solo van quedando los muebles limpios de todo y las paredes vacÃas. No puedo evitar sentir tristeza, no en vano en esta casa han transcurrido dos tercios de mi vida.
El consuelo que me queda es que solo dejo atrás las paredes y el techo que fue mi refugio todo este tiempo y que me hizo sentir protegida dándome la estabilidad que necesitaba en mi adultez.
Ahora son otros tiempos, me apresto para iniciar el tramo final de mi existencia, y lo haré junto al mar, con toda la tranquilidad del mundo. Me esperan mañanas de baños, tardes de paseos, lecturas, música y… vida en libertad.
¡Bienvenida nueva etapa!
