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  • Foto del escritorEl blog de Luisa Chico

Hace tiempo que maquino con la posibilidad de convertirme en bloguera “de verdad”, pero siempre lo he dejado pasar para cuando tuviera más tiempo libre. Quizá ese momento haya llegado y esto sea algo más que una forma de llenar las horas libres que la vida me regala inesperada y tristemente. Afuera el mundo se debate luchando contra la pandemia. Adentro, entre estas cuatro paredes que me aíslan del exterior y me mantienen a salvo, estoy yo y mi deseo eterno de compartir. No sé si habrá alguien que desee dedicar un rato de su tiempo a leerme pero, en todo caso, yo voy a comenzar hoy mi bloguerismo personal (¡Ostras! Creo que acabo de inventar una palabra).

Más allá de compartir alguno de mis relatos o poemas nunca usé este espacio virtual para nada más. Cuando leo algún blog de los que yo llamo “blogueros de verdad”, esas personas que nos cuentan lo que piensan o sienten día a día, no puedo evitar envidiarles. Nunca fui capaz de dar tanto de mí, quizá haya llegado el momento, y tal vez descubra que lo que escribo sirve para entretener más allá de la poesía o la novela; sirva para compartir vivencias; sirva para llenar un trocito de la vida de alguien afín a lo que comparto. En todo caso hoy es el principio de algo que no sé el tiempo que ocupará en mi vida, pero de algo importante para mí. Esta pandemia hará que reorganice mi tiempo y mi dedicación priorizando mis proyectos personales y mantener este blog actualizado es uno de esos proyectos que me marqué en enero pasado.

Tenemos una cita semanal a partir de hoy, en la que te seguiré contando cosas, por si te apetece leerme…

¡Bienvenido el resto de mi vida como bloguera!

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  • Foto del escritorEl blog de Luisa Chico


Mi maleta negra llegó a casa como regalo de bodas en la primavera de 1975.

Era una Samsonite de piel y pesaba mucho, incluso vacía. Pero era resistente a los embates de los viajes, al maltrato en los aeropuertos, al ir y venir por el mundo.

Juntas visitamos muchos lugares de las islas, la península y el extranjero. En su interior transportó ropas de verano o invierno y, principalmente, trajes de magos. Siempre estuvo conmigo en esas giras del folclore que me llevaban aquí y allá. Lo más lejos que voló fue a México en aquella interminable gira de 15 días que se me hizo eterna. Todavía me pregunto como ella y yo sobrevivimos a aquel agitado viaje en el que recorrimos todo el estado de Cohauila, cada noche en una ciudad y un hotel diferente. Horas y horas subidas en autobuses que nos desplazaban por el inhóspito norte de México.

Pero mi maleta no solo transportó ropa y zapatos, sino secretos, ilusiones, emociones… vida.

Mi querida maleta negra salió de mi vida un día del mes de mayo, treinta y dos años después, llevando las pertenencias de mi esposo, el día que nuestras vidas cogieron rumbos diferentes.

Luego fueron otras maletas las que acompañaron mis desplazamientos, maletas azules, malvas, blancas con dibujitos, la mayoría regalos de mis amigos, pero si tengo que pensar en una maleta especial para mí esa siempre será mi sufrida maleta negra.

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  • Foto del escritorEl blog de Luisa Chico



Volver a verlos allí, en el lugar donde de chicos se reencontraban año tras año con los regalos de Navidad o Reyes, compartiendo nervios, ilusión, sonrisas y vida, arropados por la banda sonora del papel rasgado con inquietud, ávidos por ver el contenido de cada paquete.


Volver a sentir que comparto momentos felices con esa familia que el devenir de la vida va alejando irremediablemente día tras día.


Cerrar los ojos a las decenas de días en que debo estar sin ellos, sin mirarme en sus ojos, sin escuchar sus discusiones al tratar de defender ideas propias, sin deleitarme con el suave canturreo que delataba el gusto por la comida que les había preparado ese día, sin verlos pelearse por el mando de la tele, sin sentirlos acurrucarse en mi cama al calor del hogar.


Eso… volverá mañana. Hoy toca ser felices y verles sonreír, posar para la foto que inmortalice el momento, compartir su ilusión. Hoy toca VIVIR.



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