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  • Foto del escritorEl blog de Luisa Chico

Un buen amigo me decía ayer que no le gustaba Fin de año porque se celebraba a fin de mes. Le respondí que además se empeñaban en celebrarlo al final del día y nos reímos los dos mientras lo veía alejarse por la escalera. Cuando cerré la puerta me quedé reflexionando sobre la simbología que acabábamos de comentar entre risas y bromas. De pronto comprendí porqué a mí tampoco me gustaba la fiesta de Fin de año. Seguramente mi subconsciente la tiene asociada al final de muchas cosas: el día, el mes, el año, etapas, vivencias… no en vano cada final de año queremos finalizar cosas pendientes, cerrar ciclos, dejar atrás todo aquello que no nos gustó en el año que termina. Yo soy mucho de simbologías, creo que ayudan a nuestra estabilidad y voy incluso más allá, a veces son las señales del Universo para guiar nuestro camino y mostrarnos el sendero adecuado en cada momento.

Quizá por eso al cerrar la puerta cada año queremos cambiarlo todo. Hacemos listas de buenos propósitos para el año entrante (aunque sepamos que no haremos casi nada de lo propuesto). Limpiamos a fondo los armarios y la casa tratando de alejar de nuestra vida todo aquello que no aporta algo positivo. Nos ponemos nuestras mejores galas y sonreímos aunque tengamos el alma llorando en algún rinconcito de nuestro interior.

Termina 2019 y yo, como todo el mundo, haré la lista para el nuevo año y procuraré no pensar en quienes se fueron, en aquellos que no tienen techo ni comida, en los que luchan por avanzar en la vida pisando a quien haga falta para ello. Olvidaré las veces que escuché cerrar puertas, las espaldas que vi alejarse sin mirar atrás, la falsedad, la envidia que corroe tantas conciencias…

Termina 2019 y yo, como todo el mundo, comeré 12 uvas, escucharé los fuegos artificiales y las fiestas del entorno. Mis oídos se llenarán de música y risas. Y, seguramente, se me escapará alguna lágrima rebelde, pero sobre todo, recordaré a la gente que quiero y que sé que me quiere, los buenos momentos compartidos, los éxitos del año que termina, las sonrisas, los abrazos, los favores hechos y recibidos, la alegría… Y entraré en el nuevo año con la sonrisa puesta y una copa en la mano brindando por el futuro cercano que se augura repleto de cosas buenas, de historias por vivir, de un nuevo libro, de más sonrisas, abrazos y besos por compartir.

Muchas gracias a todos los que hicieron posible que pueda cerrar el año con esa sonrisa. ¡Brindo por ellos!



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  • Foto del escritorEl blog de Luisa Chico

Miro al horizonte envuelto en bruma

gris, inerte, distante…

Y a lo lejos se enciende una luz azul.

Me llama desde la distancia y no la escucho,

mi radar hace tiempo que se detuvo,

velos de añoranzas y nostalgias lo inundan todo.

El azul del agua baña mis ateridos pies.

El azul del mar, este frío mar,

es lo único que me abraza.

Y allá lejos, envuelta en la calima

sigue parpadeando la luz azul,

persistente, estoica, expectante, viva.

Yo sigo sin verla.

Cada día nado serena, aislada,

entre grises que no dicen nada.

Ni un pálpito de luz en mi interior,

ni un latido… nada.

Solo el azul del mar y su cobijo indiferente.

De pronto, la bruma se disipa por un instante,

es como si el Alisio

quisiera descorrer el velo que me envuelve

desde hace tanto tiempo.

La luz se acerca, se hace voz y mirada.

Un faro azul me observa y sonríe.

Y no siento miedo

por primera vez desde hace mucho.

Confío y tiendo mis brazos hacia el faro azul.

Me dejo guiar por su estela de luz

buscando el norte que perdí un día,

sin importar los riesgos que deba correr,

las olas que deba cabalgar,

los campos que deba atravesar,

El futuro, es hoy.

Cierro los ojos y sonrió.


©Luisa Chico

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  • Foto del escritorEl blog de Luisa Chico


Como perlas grises

que desgasta la noche,

van pasando los días

sin amor, sin reproche.

Y sopla el Alisio,

se lleva la arena,

me quedo esperando

olas que no llegan.

En la lejanía

se pierden las velas,

del amor que un día

navegó a tu estela.


©Luisa Chico



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