LIBERTAD
- El blog de Luisa Chico
- 1 nov 2018
- 2 Min. de lectura

Las vi avanzar por la avenida entre risas cómplices, parándose aquí y allá para puntualizar algún fragmento de charla. Por un momento envidié su sana alegría y quizá ese ramalazo de envidia hizo que hasta me molestase un poco su algarabía mañanera.
Tuve lo que, en principio pensé que era una desgracia, de verlas acercarse a un banco justo frente al que estaba sentada yo con mi soledad y mis reflexiones matutinas frente al mar. Algunas tomaron asiento y otras hicieron corro alrededor permaneciendo de pie, quizá las más inquietas. Por un rato siguieron las charlas y las risas ajenas a cuanto las rodeaba. Minutos después la cadencia de un bolero, pésimamente interpretado por cierto, surcó el aire y enseguida se le unieron otras voces igualmente desafinadas en su mayoría; retazos de la letra de aquellos boleros que fueron desgranando uno tras otro se les perdía entre risas y palmas, pero ellas seguían adelante ajenas a la que estaban montando a su alrededor. Ese corro cerrado les impedía, seguramente, fijarse en que la gente se paraba para escucharlas y en que algunos, cuando terminaban un tema, hasta les aplaudían, cosa que yo no podía entender, yo solo pensaba que si aquello duraba mucho más tendría que dejar mi confortable asiento bajo la enredadera que cubría mi banco y seguir el paseo para buscar la calma en otro punto de Las Canteras, pero… seguí viéndolas, escuchándolas y sin darme cuenta también quedé enganchada a lo que me impregnaba poco a poco de ¿vida? Comencé a mirarlas con otro interés, eran 9 mujeres, la mayoría pasaban de los 60 y si me apuras mucho alguna rondaba ya los 80; todas reían y cantaban como si el mundo fuese únicamente de ellas, y entonces lo supe…
Ellas eran el ejemplo vivo de algo que todos ansiamos y pocas veces conseguimos tener: la LIBERTAD. Se sentían libres de todo y de todos, inmersas en su mundo feliz donde los relojes hacía tiempo que habían ido a parar al fondo de una gaveta o quizá al mismo cubo de la basura. Un mundo feliz donde el tiempo se había parado y las prisas eran un recuerdo remoto ya en su memoria. LIBERTAD. Un mundo feliz en que el qué dirán importaba un carajo. Un mundo feliz donde lo prioritario era justo eso, ser felices. LIBERTAD.
Sin darme cuenta volví a envidiarlas y miré mi reloj, en unos minutos debía incorporarme al trabajo, al fin y al cabo era casi mediodía de un día cualquiera entre semana. Me deleité con el siguiente bolero feliz, ahora, de haberlas entendido. Me dije: “A partir de hoy ya sé lo que significa la palabra LIBERTAD en toda su extensión”. Me propuse ser como ellas incluso antes de llegar a la edad de ellas. Sonreí, me puse en pie y volví a la cafetería para servir las mesas, ese día lo hice con otra perspectiva de vida.
Parecía increíble el efecto que había tenido en mi aquellos boleros, mal cantados, en voces felices un día cualquiera en una calle cualquiera pero… en LIBERTAD.
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