Desde mi ventana
- El blog de Luisa Chico
- 7 abr 2020
- 2 Min. de lectura

Llevo un rato en mi ventana. El sol acaricia mi rostro, mis manos, mis brazos... y su calidez es de agradecer.
Hace días que observo, a lo lejos, el mar muy quieto, y eso no es propio de esta época del año.
Tengo la impresión de que el mundo se ha detenido, y no me refiero solo a las personas confinadas entre las paredes de su casa en estos aciagos días de abril.
Sin embargo sé que no todo se detiene. Los delincuentes siguen buscando la forma de hacerse con lo ajeno aprovechando este impase de vida; por un momento me pregunto dónde andarán en estos días los toxicómanos del mundo. Mientras el virus de moda hace estragos en la gente, otras enfermedades siguen machacando los organismos de quienes las padecen, con el agravante de no poder medicarse o tratarse adecuadamente. El fantasma del paro se hace grande, oscuro y fuerte en los hogares humildes…
A lo lejos ladra un perro. Hace un momento el tranvía pasó sibilante por la avenida vacío de gente y de vida. Un par de guaguas, igual de vacías, han cruzado la misma vía hace un rato. Pero mi mirada ha vuelto a ese mar quieto, expectante, con un brillo inusual que parece disuelto en leve bruma.
Agito la cabeza y dejo de pensar en aquello que me inquieta y que no puedo ayudar a resolver, salvo aislándome también en casa.
Vuelvo a mi mundo virtual a dejar que pasen las horas imaginando un mundo mejor para cuando todo pase. No quiero volver a la normalidad, quiero volver a un mundo diferente, más humano e inteligente. Pensar en eso es lo único que hace soportable la espera y yo voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que eso suceda.
Tal vez mañana ponga el reloj temprano para ver amanecer… o tal vez no. Pero tener una casa que mira al este es todo un privilegio que yo no estoy aprovechando.
Cierro la ventana que no volveré a abrir hasta las 7 de la tarde para compartir una sonrisa, un deseo y un aplauso.
Es verdad que parece que el mundo se ha detenido. Yo también quiero un mundo mejor cuando todo esto acabe; ojalá nos haya servido para comprender que la muerte nos escoge a ciegas, que da igual cuánto tengas o quién seas. Lo verdaderamente importante son las personas que tenemos en nuestras vidas y los pequeños momentos que antes parecían insignificantes. Amiga, subo a la azotea a deleitarme con las vistas, tienes razón, vivir con vistas al mar es un privilegio que yo tampoco estoy aprovechando. Un saludo.
Que así sea amiga. Mira ése mar azul y aparta los sinsabores. Un mundo duro nos queda por delante, pero ése azul, lo hará más llevadero.